Alimentación consciente o mindful eating es el arte de consumir los alimentos en estado de plena consciencia, con toda nuestra atención en las texturas, aromas, sabores de la comida, como ellos impactan en el organismo y que sensaciones despiertan a nivel físico, emocional y espiritual

También es ser consciente del impacto medioambiental que tienen para el Planeta los ingredientes de nuestra comida, de la economía que estamos sosteniendo con nuestro consumo y de sí esos alimentos están en coherencia con lo que pensamos, hacemos y decimos.

El ritmo de vida que llevamos, estresante, hace que vayamos a toda prisa y muchas veces ni siquiera sabemos por qué. A veces pasa que nos detenemos de repente pensando «¿pero qué venía a hacer a la sala?», por ejemplo, o cuantas veces hemos llegado a casa y ni siquiera nos hemos dado cuenta a quien cruzamos en la calle, o si vamos en el coche tomamos un camino por inercia, por costumbre y no sabemos luego como es que hemos llegado. Funcionamos en piloto automático.

Lo mismo sucede con la alimentación. Comemos sin saber lo que comemos, o de dónde vienen nuestros alimentos o qué proceso hizo falta para que lleguen hasta nuestro plato. Tampoco masticamos, tragamos. No nos nutrimos, consumimos.

Comemos de pie y apurados, sea por el trabajo, por pereza, porque estamos solos, porque pensamos que no es importante. Sentimos un impulso que llamamos hambre y actuamos mecánicamente para saciarlo.

La alimentación consciente no es una moda, es una práctica ancestral que ya realizaban los monjes budistas, entrando en meditación durante las comidas, simplemente prestando atención a cada bocado, observando primero y comiendo después.

Comer mirando la tele, o con el móvil en la mano o delante del ordenador, convierte el acto de nutrirnos en algo mecánico. Si estamos conscientes, nos daremos cuenta de la importancia de la masticación, de que es un paso fundamental para la asimilación de nutrientes, ya que la salivación es muy importante para el proceso digestivo.

La masticación consciente no solo ayuda a nuestro estómago (que no tiene dientes), sino que también nos ayuda a mantener el peso, porque cuanto más tiempo masticamos es más probable que consumamos menos cantidad de comida, ya que la sensación de saciedad tarda en llegar entre 15 y 20 minutos.

Cuando tenemos poco tiempo para nuestra comida es mejor evitar los ambientes ruidosos y si esto es inevitable, se puede encontrar la tranquilidad interior respirando con consciencia y llevando toda nuestra atención a la comida.

Y lo más importante y por sobre todas las cosas: siempre agradecer los alimentos recibidos, agradecer la abundancia, agradecer a quien los prepara, siempre tener un pensamiento de gratitud hacia quien está en la cocina preparando la comida, porque la comida es Amor 💚

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